Siempre en mi recuerdo, uno de mis favoritos.
Tus manos son mi caricia, mis acordes cotidianos; te quiero porque tus manos trabajan por la justicia. Si te quiero es porque sos mi amor, mi cómplice, y todo. Y en la calle codo a codo somos mucho más que dos. Tus ojos son mi conjuro contra la mala jornada; te quiero por tu mirada que mira y siembra futuro. Tu boca que es tuya y mía, Tu boca no se equivoca; te quiero por que tu boca sabe gritar rebeldía. Si te quiero es porque sos mi amor mi cómplice y todo. Y en la calle codo a codo somos mucho más que dos. Y por tu rostro sincero. Y tu paso vagabundo. Y tu llanto por el mundo. Porque sos pueblo te quiero. Y porque amor no es aurora, ni cándida moraleja, y porque somos pareja que sabe que no está sola. Te quiero en mi paraíso; es decir, que en mi país la gente vive feliz aunque no tenga permiso. Si te quiero es por que sos mi amor, mi cómplice y todo. Y en la calle, codo a codo somos mucho más que dos.
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Un día le preguntó: - ¿También a ti te enseñó el río aquel secreto: que el tiempo no existe? Una clara sonrisa iluminó el rostro de Vasudeva. - Sí, Siddhartha -repuso-. Te estarás refiriendo sin duda a lo siguiente: que el río está a la vez en todas partes, en su origen y en su desembocadura, en la cascada, alrededor de la barca, en los rápidos, en el mar, en la montaña, en todas partes simultáneamente, y que para él no existe más que el presente, sin la menor sombra de pasado o de futuro. - Así es -dijo Siddhartha-. Y cuando me lo enseñó, me puse a contemplar mi vida y advertí que ella también era un río y que nada real, sino tan solo sombras, separan al Siddhartha niño del Siddhartha hombre y del Siddhartha anciano. Las encarnaciones anteriores de Siddhartha tampoco eran un pasado, como su muerte y su retorno a Brahma no serán ningún futuro. Nada ha sido ni será; todo es, todo tiene una esencia y un presente. [...] (...)
¡HOMBRE DE CÓLERA! ¡Vuelve impaciente a interrogar el olvido! ¡Huye de tu padre y de tu isla, arranca tus raíces! Viaja como extranjero, hay que tocar aún el fondo. Hay que saber, hay que colmar el vacío. ¡Que la virtud de un movimiento nuevo Te sea dada! ¡Vuelve impaciente! Se adensa y se endurece la sombra En torno al fuego de tu rapidez. ¡Haz crujir la corteza, trueno! ¡Con el talón que golpea, Con el puño que se crispa, Con el ceño fruncido, Con la boca torcida, Con el rayo de los ojos, Con gritos y con lágrimas, Que se rasgue la tierra! ¡Que la fuerza de tu violencia La arroje en tu poder! ¡Abre con tu palabra el juicio! ¡Haz que, por fin, la razones aparezcan! Este arte para la memoria aún tan pesado Te entrega el resplandor que todo puede definir, Pero tan pronto como tocas el punto en que consientes, Devuelto a tu medida, en el aire rebotas... Emoción del retorno, suaves semejanzas. Es el tuyo el secreto de los rostros que pasan. De los misterios nacen superficies bruñidas. Una nube alargada da lecho a tus ideas. Escribo desde un bar, desde una mesa
con tajos, quemaduras, manchas de suciedad antigua. Es una mesa de madera, es una mesa de silencio, es una mesa hecha de tablas, con paciencia, con tedio, con rutina, es una mesa y también un estado del alma, es un apoyo más, es un soporte donde puedo volcar y descansar del peso de mi cuerpo, los dos brazos, donde puedo escribir en medio de la gente, lo de siempre. Café Tortoni, Buenos Aires, Argentina. http://www.youtube.com/watch?v=mkIzOa7XdDw
Como será mi piel junto a tu piel Como será mi piel junto a tu piel Cardo, cenizas, ¿cómo será? Si he de fundir mi espacio frente al tuyo Como será tu cuerpo al recorrerme y cómo mi corazón si estoy de muerte Se quebrará mi voz cuando se apague de no poderte hablar en el oído Se quemará mi boca salivada de la sed que me queme si me besas Cómo será el gemido y cómo el grito al escapar mi vida entre la tuya y cómo el letargo al que me entregue cuando adormezca el sueño entre tus sueños. Han de ser breves mis siestas Mis esperos despiertan con tus ríos. Pero, pero como serán mis despertares Cada vez que despierte avergonzada Pero como serán mis despertares Cada vez que despierte avergonzada... Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, la resaca de todo lo sufrido se empozara en el alma... ¡Yo no sé! Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte. Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas; o los heraldos negros que nos manda la Muerte. Son las caídas hondas de los Cristos del alma de alguna fe adorable que el Destino blasfema. Esos golpes sangrientos son las crepitaciones de algún pan que en la puerta del horno se nos quema. Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos, como cuando por sobre el hombro nos llama una palmada; vuelve los ojos locos, y todo lo vivido se empoza, como charco de culpa, en la mirada. Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé! |
AutoraPalabras e imágenes que me inspiran. Categorias |