Los últimos días, los que cierran etapas, tienen un color diferente a los demás. Está el decisivo último día, de color azul intenso, que cuando llega nos pone a la defensiva y nos llena de sensaciones, tantas, que llegamos a perder noción de qué es lo que se termina. Tengo que decir que a mí esos decisivos últimos días me atacan como lagartos desquiciados. El último día de colegio, por poner un ejemplo, me dejaba siempre matada: llegaba a casa a tirarme en la cama, comía en silencio y no tenía ganas ni de desvestirme. A diferencia de lo que mi madre pensaba, no era que me embargara la pena por no volver a estudiar hasta dentro de tres meses; tampoco era nostalgia por los compañeros; era simple tristeza porque algo se acababa, aunque fuera por un tiempo. Es exactamente la misma desolación que se siente al cerrar un libro que no nos dejó indiferentes. (Y a mí la vida, en general, nunca me deja indiferente). Están también los sutiles últimos días, esos que sabes que son últimos pero no tendrían por qué serlo. El día en que dices adiós a alguien, prometiendo volver a verlo, pero sabiendo, bien en el fondo, que eso no pasará. Estos últimos días creo que podrían ser de color amarillo. Un amarillo pálido como la piel de un muerto justo se empieza a poner frío. Existen además los posibles últimos días. Son esos en los que algo claramente se termina, pero no sabes si después volverá a empezar. Como cuando dejas de hacer algo que venías haciendo mucho tiempo y de pronto, lo dejas. ¿Volverás? No lo sabes. Lo bueno de los posibles últimos días es que no causan abatimiento, ni pena, sólo un poco de duda. Yo diría que son verdes, por la tontería del color de la esperanza. Hoy es uno de esos, un posible último día. Hago una reflexión. Me gustaba la onda positiva que me llevaba a pensar que no existen los errores, que todo lo que se decide es siempre beneficioso al final. La verdad es que empiezo a pensar que esa idea es válida como consuelo de muchos, pero no para mí, al menos, ya no. Yo me equivoqué duramente al elegir mi profesión. Me equivoqué, claro, pero llevé bien mi error. Aprendí a apreciar el día a día de mi oficio y me convertí en una buena profesional (o eso dicen). Lo disfruté suavemente durante seis años. Seis cortos o largos años, dependiendo de cómo haya dormido la noche anterior. Encontré un camino que, si bien no estaba lleno de luz, tenía una pequeña lámpara de fuego ardiente que me salvó de la pena tremenda de haber echado a perder tantos años de estudio y trabajo forzosamente forzado durante la época de universidad. El camino que encontré se llenó de oportunidades: conseguí éxitos que no esperaba, conocí gente que no esperaba. Aprendí muchísimo, eso es cierto, pero nunca me sentí completa. Mi vida siempre fue exigente. He trabajado desde que supe lo que era trabajar y me ha encantado hacerlo porque me ha ayudado a conocer mi lado más confiado. También me ha dado la enorme tranquilidad que produce saber que nunca voy a quedarme sin tener qué comer. Sé que siempre voy a tener suficiente porque sé hacer plata: sé vender, sé comprar y hasta sé robar. Ese miedo que algunos tienen a no trabajar, a perder todo y demás temores y ambiciones relacionados con tener, yo los perdí hace mucho. Mi relación con el dinero es tan buena y tan libre, que puedo estar segura de que siempre seremos amigos cercanos. Queridos, hoy 4 de diciembre (creo que) dejo esto. No sé si será esta la última vez que entre a trabajar a una agencia, pero es curiosa la casualidad de que sea hoy el día internacional de la publicidad. No sé si sea verdad que a partir de ahora, voy a vivir únicamente de escribir. No lo sé pero no tengo ningún lamento y eso ya es bastante. Este posible último día será recordado por mí como un día más, un día común, hermoso por indescifrable.
1 Comment
Patty
12/10/2014 12:07:41 am
SUERTE!..........MI LINDA ESCRITORA.
Reply
Leave a Reply. |
Archiv0s
April 2018
la vidaTextos cortos sobre la vida cotidiana. Categorias
All
|