Con el pasar del tiempo se encuentra aún más sola.
Ha aprendido a controlar: la naturaleza ajena y su cabello fino al viento. Es una persona extraña, muerta por desconocida y llana en su rostro de espanto. Pensativa. Sus recuerdos, ya fugaces, se mezclan y se separan. Un mar, un océano abierto y una línea horizontal que divide la realidad de las mejores fantasías. Al interlocutor olvidado le puso un nombre nuevo, unos ojos más hermosos, un color parecido... su piel, tostada al sol, ardió brillante en la escena. Asexuada y confundida, no sabe porqué no es posible mirar más allá. El horizonte no tiene fin por ser en sí una promesa. La promesa en persona, dando forma a la existencia, recordando a la mujer, que mirar hasta el final, como intentar conocer el destino, son de obligado respeto e infantil desatino. No hay nada en esta vida que ella ahora pueda ser; lleva un escote negro y una melena inmóvil... hoy me ha quitado el sueño y el mar me lo ha recordado.
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November 2018
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