La ciudad se mueve ágil, excitada y con apuro, paseando sobre pies de plomo.
Pies de pueblo. Pies del vago, sumergidos en tierras que lo atrapan. Pies del aberrante y pies del divino, elevados sutilmente sobre el suelo. Sus calles atormentadas se juntan y se separan, se intercalan y conversan. Cuentan historias de hombres y mujeres incapaces de protagonizarlas. Sus palabras atraviesan como gritos la débil piel del luchador, que absorbido por el simbolismo del mundo, cae frágil hasta el patio de la villa. Desde ahí mira el mar. Lo mira y respira. El aire entra profundo hinchando su pecho y entonces pregunta al cielo: "Qué querrá contarme ahora?" La ciudad dirige un murmullo ahogado en el viento y le cuenta uno a uno los relatos más tristes de los viajantes: "Esos dolidos pies que no reconocen el cuerpo al que pertenecen... y estas huellas fugaces en mi lomo, son sellos de almas perdidas que prefieren papeles secundarios sin saber que nacieron protagonistas. Sin saber que sus manos dan razón a mi existencia, hoy sus penas y temores son mi calvario y tortura! Y aquí estamos, tú, la lucha; y yo, la furia. Tú las ansias, tú la vida. Tú y yo, atascados frente al mar, esperando a que despierten"
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November 2018
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